domingo, 9 de junio de 2013

El hombre providencialista es el hombre de visión amplia y profunda. Y tengan en cuenta que tendremos esta visión en amplitud y en profundidad sólo si el Espíritu Santo desarrolla la fe en nosotros, a través de sus dones, hasta su plena madurez


HUERFANO
Abandonado y solitario
Vago por el mundo
Mi padre me ha expulsado
Y no tengo un nido.
Con mano de hierro
Arrancado del amor materno
Me dejaron en el frío
De una multitud sin rostro.
A mi alrededor veo la paz
Palabras entusiastas
Para los padres, alabanzas
Yo sigo entre lágrimas.
Mi corazón muere de frío
Porque nadie me ama
Y yo sigo a la espera
De que alguien me ame. (15- setiembre- 1902)
No perdamos de vista esta intrínseca conexión : el
amor mediante
el cual unos se obsequian a otros en un plano infer
ior constituye un
seguro de que eso acontezca en el plano superior. ...
La relación
básica entre padre e hijo es un seguro para experim
entar la
realidad del Padre celestial. Sin este fundamento d
e vivencias en el
plano humano, el conocimiento y el amor de Dios seg
uirán siendo
una obra inconclusa, aunque el buen Dios regale la
gracia de
alcanzar la entrega a El sin esa asociación en los
planos
inferiores...”

“¿NO ERA ACASO NECESARIO...?”                                                               En el Evangelio de san Lucas, Jesús plantea a los discípulos de
Emaús esta pregunta : “¿No era acaso necesario que
el Cristo
padeciera todo eso y entrara así en su gloria?”.
La historia y misión del Padre Kentenich dan fundam
ento para
descubrir en ellas alguna semejanza con este mister
ioso “¿No era
acaso necesario?”. El tuvo que crecer sin padre. El
poema arriba
transcrito, que él compuso un fin de semana en Ehre
nbreitstein a la
edad de 16 años, refleja “su insatisfecho anhelo de
sentirse hijo
ante un padre. El sufre ante el rechazo de su propi
o padre a
reconocerlo como hijo” ( Hermana Doria Schlickmann,
Los Años de
Vida Oculta, pág. 141).
¿Fue acaso necesario que sufriera todo eso, para as
í convertirse
en el trasparente del Padre celestial que llegó a s
er? Con toda
certeza podemos afirmar que este sufrimiento tuvo u
n persistente
influjo en el desarrollo de su personalidad y poste
rior actividad.
Aquí también constatamos el profundo misterio de la
conducción
divina en su vida.
¿Qué nos dice todo esto? ¿Constato yo también en m
i propia
biografía, en la experiencia y decantación del sufr
imiento y del
desencanto, este “¿acaso no era necesario?...”. Pid
ámosle a
nuestro Padre Kentenich que nos ayude a profundizar
y dar nuestro
Sí al misterio de la conducción divina en nuestra v
ida personal. Y
que podamos acompañar servicialmente a los nuestros
en este
camino.
Félix Kreutzwald

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